Paula Juarez, Lucas Becerra y Gabriela Bortz**
Los países de América Latina presentaron, en la última década, datos positivos en el plano económico. Sin embargo se mantienen alarmantes índices de subdesarrollo social y económico. Enormes proporciones de la población (oscilando entre el 20 y el 50% según los diferentes países e indicadores) viven en condiciones de exclusión, signadas por un conjunto de déficits: habitacional, alimentario, educacional y de acceso a bienes y servicios.
Aunque Argentina ha sido uno de los países más dinámicos en términos sociales y económicos en la región aún se encuentra en un panorama signado por la persistencia de la desigualdad en la distribución del ingreso y de déficits estructurales (vivienda digna, transporte, acceso a servicios sanitarios, energía y problemas ambientales, etc.).
La necesidad de generar capacidades para construir soluciones tecnológicas y cognitivas adecuadas a los problemas y a los recursos existentes surge entonces como prioridad clave. La complejidad tecnológica de las problemáticas sociales de vivienda, agua, y alimentos, así como otros (por ejemplo: la provisión pública de medicamentos, el acceso a bienes culturales, o a sistemas de transporte) configura nuevos espacios de intervención social, pero requiere de nuevas formas de articulación de distintas formas de saberes.
Niveles elevados de diálogo, negociación y articulación de saberes (comunitarios, ancestrales, científicos y tecnológicos) suponen formas más participativas en la construcción y determinación de los problemas concretos que afligen a una comunidad o región; democratizan la toma de decisiones; visibilizan problemáticas no detectadas; posibilitan nuevos tipos de soluciones y modifican prácticas verticalistas y ofertistas de quienes llevan adelante políticas y acciones relativas a mejorar condiciones vida de poblaciones en condiciones de vulnerabilidad y exclusión.
Sin embargo, en el actual escenario nacional existen un conjunto de limitantes que traban el diálogo y la negociación de saberes: falta de articulación interinstitucional, escasez de espacio de debate, ausencia de base de datos, pocos grupos de investigación, profundización de mesas locales de diálogo, entre otros. Esto repercute en la potencia de las iniciativas públicas y de la sociedad civil orientadas a mejorar las condiciones de posibilidad para procesos de inclusión social.
A partir de la identificación de esta situación por parte de algunas organizaciones e instituciones públicas y privadas, se comenzó a trabajar sobre la complejidad del diseño, desarrollo, implementación y evaluación de Tecnologías para la Inclusión Social en términos cognitivos, prácticos y políticos.
Es posible definir las
Tecnologías para la Inclusión Social como formas de diseñar, desarrollar, implementar y gestionar tecnologías orientadas a resolver problemas sociales y ambientales, generando dinámicas sociales y económicas de inclusión social y de desarrollo sustentable.
Las Tecnologías para la Inclusión Social alcanzan un amplio abanico de producciones de tecnologías de producto, proceso y organización: alimentos, vivienda, energía, agua potable, transporte, comunicaciones, entre otras.
Los actores principales de los procesos de desarrollo de Tecnologías para la Inclusión Social en la región son: movimientos sociales, cooperativas populares, ONGs, unidades públicas de I+D, divisiones gubernamentales y organismos descentralizados, empresas públicas (y, en menor medida, empresas privadas). Esta heterogeneidad de actores requiere necesariamente necesariamente del diálogo y articulación de saberes.
El rol de la RedTISA como medio para el diálogo de saberes
En la historia reciente, en agosto 2011, nació la Red de Tecnologías para la Inclusión Social Argentina (REDTISA) como una iniciativa del Área de Estudios Sociales de la Tecnología y la Innovación (IESCT-UNQ) en conjunto con la Fundación Plurales, el Movimiento Agua y Juventud Argentina, redes de cooperativas de trabajo, cátedras universitarias e institutos de CONICET.
El objetivo de la RedTISA es impulsar la organización, articulación e integración de un conjunto de instituciones de ciencia y tecnología, organismos públicos, movimientos y organizaciones sociales, y ciudadanos para contribuir al desarrollo del país mediante la información, formación y capacitación, asistencia técnica, difusión y reaplicación de Tecnologías para la Inclusión Social. Específicamente, promover la generación de recomendaciones de política pública en este sentido.
Para llevar a cabo este objetivo, es necesario apoyar y trabajar conjuntamente con aquellos grupos, instituciones y organizaciones que están poniendo sus conocimientos al servicio de generar otra forma –sistémica y estructural - de diseñar, desarrollar, implementar y evaluar tecnología orientadas al Desarrollo. En este proceso, el Programa Consejo de la Demanda de Actores Sociales del Ministerio Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva y el Servicio de Extensión Universitaria de la UNQ han apoyado y financiado la iniciativa.
En este sentido, la conformación y fortalecimiento de la Red de Tecnologías para la Inclusión Social Argentina constituye un aspecto estratégico, mediante el diálogo y la negociación de saberes, de la condición de viabilidad de la articulación e intercambio entre redes, instituciones y experiencias para construir el “cómo”, a partir de deconstruir prácticas, analizar experiencias (exitosas y fracasos), rediseñar, aprender y proveer formación.
Las interacciones generadas en red producen sinergias positivas, refuerzan las trayectorias institucionales, visibilizan iniciativas en curso y promueven el desarrollo de nuevas tecnologías y nuevos grupos, al tiempo que amplía el espacio político de las redes, movimientos y organizaciones sociales vinculados a estas experiencias de diseño y gestión de tecnologías.
Es supuesto básico del trabajo de la Red que todas las personas pueden ser protagonistas del cambio social. La asociación y la activa participación de investigadores, tecnólogos e gestores de TIS (de ONGs, instituciones de I+D, Universidades, empresas, etc.), tanto en la investigación como en las diferentes instancias de formación de recursos humanos, constituye una operación estratégica para la gestación de nuevas tecnologías adecuadas a la generación de dinámicas de inclusión social.
Por eso, la RedTISA busca generar y viabilizar tanto la apertura del proceso decisorio como la cooperación entre actores, organizaciones y redes, desarrollar nuevas iniciativas y consolidar las operaciones actualmente en curso. Comprendiendo que es necesario profundizar el entendimiento sobre el papel de la tecnología en las dinámicas de inclusión y exclusión social. Para así pensar y participar de la elaboración de las políticas públicas a partir de la democratización de la formulación de la agenda y de una nueva relación entre Estado-Sociedad.
(Continúa>>)