2010/09/01

Simposio Sobre Tecnologías Sociales

Compartimos aquí la cobertura del Instituto Nacional de Tecnología Industrial de la Argentina sobre el Simposio "Tecnología para la Inclusión Social en América Latina. Desafíos políticos y conceptuales" desarrollado en el marco de las VIII Jornadas ESOCITE 2010:







 TECNOLOGÍA SOCIAL
Un debate en ambos lados del Atlántico
Latinoamérica: de corazones rojos y mentes grises
Renato Dagnino (UNICAMP, Brasil) y Hernán Thomas (Universidad de Quilmes) plantearon la importancia de enfrentarse a las corporaciones y construir nuevas relaciones que permitan la emergencia de nuevos actores sociales de cambio.
En el marco de las VIII Jornadas Latinoamericanas ESOCITE 2010, llevadas a cabo por la Universidad de Quilmes en las instalaciones de la Universidad Tecnológica Nacional y con el respaldo de decenas de organizaciones sociales y otras universidades, se llevó a cabo el simposio “Tecnología para la inclusión social en América Latina. Desafíos políticos y conceptuales”, conducido por Renato Dagnino (UNICAMP, Brasil) y Hernán Thomas (Universidad de Quilmes).
“Las empresas no se interesan por la innovación porque no es negocio”
La nutrida conferencia comenzó con la disertación de Dagnino, quien explicó que el principal desafío y punto de interrogación para trabajos futuros es plantearse de qué manera puede el trabajo de investigación en ciencia y tecnología acercarse a la realidad latinoamericana, y en ese sentido, el camino es mediante la tecnología social. Sin embargo, empezar a hablar de este concepto no es sencillo: “Es un significante que se usa para designar distintos significados, y además, el discurso conservador se apropió de esta idea. Nosotros
nos oponemos a la tecnología convencional, que es de y para las empresas, y enarbolamos la tecnología social, que es para la inclusión”. Para darle todavía más énfasis a estas necesidades, deslizó filosamente: “Aunque su concepto sea absurdo, el propio uso de lo que ellos creen que es ‘tecnología social’ implica reconocer implícitamente que su tecnología no es social, que genera toda clase de efectos negativos”.
Una nueva tecnología necesita nuevos actores: la propuesta de Dagnino es dejar de lado a las corporaciones pero también a la idea de que desde las universidades los “jóvenes de corazones rojos” se haga conocimiento y tecnología que después se entregue o se difunda, sino que debe ser creado a la par con los grupos excluidos. “El problema es que muchos de los jóvenes que tienen el corazón rojo tienen la mente gris”, aseguró.
Según él, hay un mito que debe derribarse: la creencia de que el conocimiento sólo puede pasar por la empresa y que no hay otro agente económico productivo que sea capaz de usar ese conocimiento para hacer productos buenos. “Lo deshacemos demostrando para qué se usó la tecnología. Para los más ricos -el 90% de la innovación está destinada al 10% más rico-, para fines militares –el 70% de las inversiones en ciencia y tecnología en Estados Unidos va para ese rubro- y para las empresas, de las cuales las transnacionales concentran la mitad de los gastos”. Mirando al norte, Dagnino atacó: “Estados Unidos, que es el modelo para muchas cosas, de todo lo que gastan las empresas en I+D, sólo el 1% es contratado de las universidades. Las empresas no se interesan por la tecnología y el conocimiento, sí piden personal calificado y con conocimiento embutido. No se hace I+D porque no es negocio ya que, en gran medida, con la tecnología hay tres negocios: comprar, copiar y robar”. También disparó contra los que creen que los emprendimientos debieran ser económicamente autosustentables: “No hay ninguna empresa en el mundo que pueda subsistir sin el subsidio del Estado, directa o indirectamente, mediante su poder de compra de bienes y servicios”. Por último, concluyó que “la economía solidaria y la tecnología social no son sólo para pobres. Pensamos en algo más ambicioso, a largo plazo. En el mediano plazo sí queremos que el estado compre de los emprendimientos solidarios y para eso es necesaria la tecnología social”.
“La tecnología social puede ser la base material de un nuevo mundo posible”
La exposición de Hernán Thomas empezó con una aclaración: “Hay diferentes formas de plantear la tecnología social. Para nosotros son formas de diseño, no el artefacto puro”. Por eso el principal desafío es cómo salir del corto plazo, de la resolución de problemas puntuales, y cómo encarar trabajos sistémicos de cambios sociales. En paralelo, planteó que a la habitual pregunta sobre de qué se habla cuando se enarbola la inclusión, o sea, a dónde se deberían incluir, la respuesta debiera ser “en principio, donde la gente quiera incluirse, donde cierto grupo social visualice como deseable. Las nuevas tecnologías sociales deben igualar derechos, generar libertad, dignificar y mejorar la calida de vida”. Thomas retomó parte de lo dicho por Dagnino al criticar los desarrollos no realizados en forma conjunta con sus destinatarios: “Esas cosas no cambian la sociedad. No hay inclusión posible cuando creamos situaciones especiales de inclusión. Generar tecnología para pobres, es decir ‘vas a ser pobre, pero con un gadget que te identifica como tal’”. Frente a esto, identifica dos paradojas: la cristalización de las diferencias, que genera exclusión por otros medios; y que esas soluciones puntuales generan nuevos problemas como el mantenimiento, costos, o qué hacer con los residuos. En paralelo, respecto a las tecnologías, resalta que el funcionamiento de éstas no es intrínseco a los aparatos, sino que es otra construcción sociotécnica. Pensando en el futuro y en las formas de llevar esto a cabo, el tinte político no es nada menor. “Hay una ampliación de los espacios democráticos y de la esfera pública. Cuando dos ideologías se enfrentan, una se impone sobre otra porque su base material de afirmaciones supera a la otra. En ese nivel la tecnología es constitutiva de esa base material. Yo no tomo tecnología capitalista para hacer la revolución, porque te va a meter en capitalismo de otra manera. Estamos pensando en que queremos hacer un nuevo mundo posible, y la tecnología social puede ser esa matriz material del futuro”. Todo esto confluye en un último interrogante: “Si bien estas tecnologías sociales pueden hacer inclusión, el último problema. No sé cómo termina este camino, pero sí se que empieza por acá”.
Europa: los pasos hacia un futuro verde
Adrian Smith, investigador del Centro STEPS de la Universidad de Sussex (Reino Unido), dialogó con el Saber Cómo sobre el impacto de las tecnologías sociales amparándose en los conceptos de nicho y regímen, y la articulación entre ambos.
Foto de Adrian Smith ¿Cómo definiría los conceptos de nicho y regímenes?
Un regímen es un término que engloba los complejos procesos sociales, tecnológicos, económicos y políticos que construyen los sistemas de provisión de comida, energía, vivienda y más. Los procesos que establecen esos regímenes generan presiones para constreñir el desarrollo de sistemas alternativos que permitan proveer servicios similares, de maneras más sustentables. Los nichos son estos espacios donde los regímenes son menos efectivos, que permiten experimentaciones alternativas a escala global real. El movimiento de tecnología social ayuda a crear estos nichos, y estos experimentos se ven alrededor del mundo. Construir estos nichos implica trabajar en red con las distintas experiencias, compartir lecciones y ajustar expectativas para fomentar el desarrollo en distintas partes del mundo. Históricamente, algunos nichos fueron lo suficientemente poderosos como para transformar el régimen imperante.
Si se entiende a los nichos como una suerte de microsociedades, ¿cómo se articula con el nivel macro?
Muchas veces las ideas de los activistas son apropiadas por el “mainstream” (anglicismo que literalmente significa corriente principal, es decir los pensamientos, gustos o preferencias aceptados mayoritariamente en una sociedad), cosa que les provoca cierta justa resistencia. Un ejemplo de esto es las etiquetas de comercio justo o de comida orgánica. Esto no conforma a los activistas porque distan de ser relaciones de solidaridad.
¿Cuál es el rol de los movimientos sociales en estos cambios?
Son vitales. Pueden mantener la presión sobre los negocios del mainstream, sistemas políticos, y por ende, los regímenes. Esto crea más oportunidades para un nicho específico para que pueda difundir sus ideas e innovaciones. Además, estos movimientos le proveen a los experimentos de nicho un aporte moral y práctico muy importante.
Se habla de una tensión entre la tecnología apropiada -creada por las empresas y reutilizada con objetivos más nobles- y la tecnología social -creada desde un inicio, con los nuevos actores sociales como protagonistas-. ¿Cómo trabajan desde el STEPS Centre con esta dicotomía, si es que la perciben como tal?
Hay corrientes en el movimiento de tecnología apropiada que tuvieron origen civil, pero también hubo empresarios buscando ganancias comerciales de estas ideas. Los gobiernos, agentes civiles y negocios siempre dialogan sobre el desarrollo tecnológico, sus propósitos y a quién beneficia, pero lo que hay que resaltar es que los nichos introducen diversidad en esos debates, nos recuerdan que siempre hay alternativas. Desde el STEPS Centre lanzamos el New Manifesto (ver recuadro), que habla de estos problemas.
¿Cuál es el actor social que debería encarnar estas propuestas?
El gobierno es importante, ya que tiene la autoridad para ser árbitro entre distintas perspectivas y tener su propia agenda para el desarrollo. Sin embargo, creo que es en la sociedad civil donde se genera gran parte del pensamiento innovador, por lo que dicha área debería ser apoyada. Es llamativo ver que existen programas de innovación tecnológica para las corporaciones, pero hay muy pocos equivalentes para las tecnologías sociales salidas de la sociedad civil. El Programa de Calidad de Vida del INTI hace bien su parte, pero otros gobiernos, agencias y fundaciones deberían hacer más todavía para ayudar.
¿Cómo serían viables estas prácticas en las grandes urbes?
Para que funcionen a gran escala, tendrá que haber cambios en las infraestructuras de las ciudades y en las instituciones que las gobiernan. Cómo lograrlo es una de las lecciones que los experimentos que llevan a cabo los nichos pueden transmitir. Un ejemplo de esto es la forma de desarrollar nuevas tramas eléctricas que permitan aprovechar la energía solar de una manera diferente a las tramas centralizadas actuales.
¿Hay diferencias entre la forma de abordar estos problemas en los países centrales –pensando en el caso de Inglaterra- y en los periféricos?
Por supuesto que sí. Muchos de los aspectos que trabajamos son clave en unas regiones y no en otras, y viceversa. Las relaciones de poder entre los distintos grupos pueden contrastar enormemente, las oportunidades políticas y económicas son muy distintas, los desafíos y prioridades también. Sin embargo, muchos de esos procesos tienen dimensiones globales, ya sea por el ímpetu de los movimientos sociales, por los lazos profesionales y gubernamentales, o por otros motivos. Es interesante ver cómo trabajan los nichos en otros lugares del mundo para aprender de ahí; por ejemplo, en el Reino Unido hay un interés renovado en las innovaciones que vienen de la sociedad civil, y podemos aprender mucho de los movimientos de tecnología social de Argentina o Brasil, y de toda América Latina. No todo de eso será apropiado para nosotros, pero nunca lo sabremos si no dialogamos, investigamos e interactuamos.
¿Cómo trabajan esta articulación?
Desde el STEPS Centre nos interesa mucho esta interacción entre distintas experiencias, principalmente aquellas cuyo desarrollo central apunta a la reducción de la pobreza y a la sostenibilidad del medio ambiente. Nuestro New Manifesto eleva una serie de recomendaciones para las organizaciones interesadas, pero también reconoce que las soluciones deberán tener distintas formas en las diferentes partes del mundo. Por esa razón, nosotros alentamos a que cada una de estas organizaciones desarrolle su propio manifiesto para debatir en forma conjunta la manera de llevar a cabo estos cambios.

Innovación, sustentabilidad, desarrollo: un nuevo manifiesto
Preparado por el Centro STEPS de la Universidad de Sussex, Reino Unido, el documento conocido como “Manifiesto de Sussex” procura comprender algunos fenómenos como la dirección de los caminos de innovación, la distribución de las actividades de innovación en los países en desarrollo y la diversidad de escenarios y situaciones a los que se enfrenta la ciencia y la tecnología, como herramientas centrales en los retos del desarrollo.
www.inti.gob.ar/bicentenario
Por Hernán Escudero, hescu@inti.gob.ar
Dirección de Comunicación y Participación Social

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